viernes, 15 de diciembre de 2017

PERAS AL OLMO


14/12/17
Por Mauricio Ortín

“Repudiamos enérgicamente la militarización… y los desmanes que generaron las fuerzas de seguridad de este país”. Estas fueron, más o menos, las palabras del titular de la CGT, Héctor Daer, sobre los acontecimientos frente al Congreso de la Nación en oportunidad de tratarse la ley de Reforma Previsional enviada por Macri. El diputado Rossi y, en general, toda la oposición se expresó en los mismos términos. ¡Se puede ser más chanta! Quince autos destrozados, comercios saqueados, vidrieras destruidas por delincuentes encapuchados (armados con piedras, hondas y palos) no merecieron, siquiera, un mísero comentario de repudio de estos señores. De los gendarmes heridos, insultados y vejados, como es natural, nadie se conduele. En la Argentina, los integrantes de las Fuerzas Armadas y de Seguridad son ciudadanos de cuarta y ¡guay! de que alguno, ya en defensa propia o de un civil, toque a un encapuchado. Eso sí, el diputado Agustin Rossi se quejó amargamente por las vallas y la cantidad de efectivos que custodiaban el Congreso. Seguramente la intención de esos energúmenos (a los que llama “pueblo”) era ingresar al recinto.  ¿Qué hubiese pasado? ¿Exagero si digo que hubieran colgado a los diputados oficialistas de los faroles? Se equivocan de medio a medio los que interpretan que fue un error de Macri el proyecto de ley de reforma previsional lo que enardeció a los violentos. Y a los diputados opositores. Además, cualquier excusa es buena para derrocar a un gobierno no peronista. El fogoneo del caso Santiago Maldonado tenía esa clara intención. Más bien se trató de un ensayo de golpe civil (a lo De la Rúa) monitoreado por sujetos, que de esto saben un montón, como Leopoldo Moreau.


Ahora bien, el oficialismo tampoco hace mucho por sí mismo. La diputada Elisa Carrió, por si llueve, apuntó contra Patricia Bullrich por el despliegue exagerado de la Gendarmería (“militarización”, Agustín Rossi dixit). No opinaría lo mismo, seguramente, si los encapuchados hubieran entrado al recinto. No se equivoca el diputado Moreau cuando pide la cabeza de la ministro de Seguridad de la Nación; en diciembre de 2001 pedía la de Domingo Cavallo como maniobra previa a exigirle la renuncia al presidente. Cuando defenestraron a De la Rúa, la Policía Federal fue la que puso el cuerpo para que “el pueblo” no lo “ajusticiara” dentro de la Casa Rosada; obviamente, los policías responsables ya recibieron su correspondiente condena. Si yo fuera gendarme pensaría dos veces antes de arriesgar mi vida para defender a políticos que luego me querellarán por haberlos defendido. Dado que este asalto al Congreso para impedir el tratamiento de una ley salió bien, todo conduce  a pensar que  vendrán otros y en escala mayor. La mayoría de la prensa reaccionó endilgando la responsabilidad de los hechos a la falta de cancha política del gobierno. De los energúmenos encapuchados ni una línea. Nelson Castro, por ejemplo, opina como si la Argentina fuera Disneylandia. Debiera poner en práctica sus ideas y hacer escuela vistiéndose de gendarme para enseñar cómo, con buenos modales y juiciosas palabras, se disuade a los señores encapuchados para  que no lo lapiden o lo maten a palos.



El gobierno se hace trampas. Es que, en alguna medida, comparte la cosmovisión política que el kirchnerismo impuso a la clase política y a los opinadores profesionales.  Si no fuera así, no hubiera reaccionado en contra del pedido de prisión preventiva que el juez Bonadío hizo de Cristina, Zannini, Timerman y demás. Constituye una hipocresía impúdica  que el Ministro de Justicia y Derechos Humanos, Germán Garavano, se pronuncie contra dicho fallo cuando militares de 80 y 90 años sufren prisión preventiva de hasta 14 años. Pero si el Vaticano tiene terror a que lo corran por derecha los organismos de derechos humanos, ¿por qué no habría de tenerlo el presidente Macri? Es difícil tomar medidas económicas de derecha y posar de zurdo. Además, lo dijo el mismísimo Jaime Duran Barba: “Macri es de izquierda”. Bueno, pero entonces no le pidamos peras al olmo.


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